¿SABEMOS AMAR?
Estar enamorado es sinónimo de felicidad. La vida cambia ¡Todo es tan hermoso! ¿Es el amor la respuesta a la existencia? ¿Por qué entonces se nos escapa la felicidad? ¿Sabemos amar realmente? ¿Vamos detrás de un espejismo? Que el amor existe es una realidad como la vida misma. Nada produce tanto placer como ese sentimiento que nos envuelve y nos eleva. Amar es un arte, dice Eric Fromm, y como arte requiere conocimiento y esfuerzo. Nadie pinta un cuadro sin tener conocimiento de los colores, las dimensiones y la proyección. Se necesita conocer la teoría y tener el dominio de la práctica.
Así sucede en el amor. No sabemos amar porque no hemos aprendido. No sabemos amar porque nos quedamos contemplando el exterior de la persona amada. No nos adentramos en sus sentimientos, sus necesidades y sus deseos. Consideramos que con decirle al ser amado lo mucho que lo queremos, con eso basta para que se sienta bien. ¿Nos preocupamos realmente por conocer a la persona amada? ¿Respetamos sus criterios, sus opiniones y cuidamos de ella?
Por otra parte, consideramos que no nos aman cuando la persona amada no nos complace y se pliega a nuestros deseos. Creemos que se nos debe amar porque “merecemos” ese amor.
El amor tiene como base la autenticidad. Autenticidad en nosotros mismos. Autenticidad en la persona amada. Amar y ser amado requiere despojos de caretas, disfraces, falsedades, y conocimiento de uno mismo y de su pareja. Cuando conocemos a fondo al ser amado se produce la alternativa: o lo amamos de verdad o sufrimos una grave decepción. Y es que el personaje no debe opacar a la persona. La primera impresión es el aspecto físico, luego una conversación ligera, y se produce la atracción. Con algunas salidas, una que otra invitación a cenar, sexo, y ya creemos amar a esa persona.
A medida que pasa el tiempo esa persona sigue siendo la misma y nosotros también, sólo que comenzamos a conocernos, y nos va disgustando una que otra actitud de la persona amada. Queremos entonces controlar lo que nos disgusta haciendo objeciones y poniendo trabas. Es sorprendente cuando alguien nos señala las actitudes negativas que tenemos. Es posible que no nos agrade el señalamiento. Es que convivir con una persona es la manera más directa de conocer sus virtudes y defectos y las actitudes que puede tomar ante determinados problemas.
Amar es la base de nuestras vidas. Amar en sus diferentes manifestaciones es la vida misma. Por eso hacer trampas, es engañarnos a nosotros mismos. Porque el amor no da en un día. Es cuestión de tiempo, de conocimiento y respeto al espacio ajeno. Y no sólo el amor de pareja necesita conocimiento del otro, también con los hijos e hijas, los amigos, los compañeros de trabajo y hasta de la señora del servicio. El amor, como la vida misma, sus virtudes y exigencias. Mantener el fiel de la balanza es cuestión de dos. Nadie cambia a nadie. Pasar por alto los conflictos, buscar arreglos sin llegar al fondo, es una pintura que se descascara fácilmente.
viernes, 27 de marzo de 2009
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