DE PUBLICIDAD Y DEMÁS YERBAS
La marca Heinz tuvo que sacar del medio su último comercial de aderezos y salsas. Dos hombres besándose hicieron sonar las alarmas de muchísimas familias ¿Cómo explicarlo a los niños? Lo mismo sucedió con Snikers. En ese sale Mr. T. en un tanque blindado, disparando chocolates contra un corredor de aspecto amanerado, y le grita: “eres una desgracia humana, te haré correr como un hombre”. Y me pregunto, qué tienen que ver dos hombres besándose, con aderezos. Ni los chocolates con el monigote insolente, y ya desprestigiado, de un Mr. T. agresivo e insultante.
Pasa lo mismo, con jovencita de dieciocho años en un anuncio de crema anti arrugas. O una mujer desnuda promoviendo un lavaplatos. Ahora sale Eva Méndez, revolcándose en una cama, emitiendo gemidos orgásmicos, para promover un perfume. No es que la publicidad tenga que ser educativa, ojalá lo fuera. Es que una cosa no tiene que ver con la otra. Ni la jovencita tiene arrugas, ni la desnuda tiene que ver con los platos sucios, y menos aún un perfume y un orgasmo, por más bueno que sea el primero, y ni qué decir el segundo.
Los hay para toda la vida. Por ejemplo, Aunt Jemima, en las cajas de harina para waffles. A pesar de los años, esa negra, de pañuelo blanco en la cabeza, es y seguirá siendo un símbolo del desayuno norteamericano. ¿Recuerdan aquel en que aparecía Susana Morillo? “Nevera nueva, y de dos puertas”. O aquel de Cuquín Victoria: “Este es un país muy especial”. Han quedado en la memoria colectiva. La cuestión es no ofender. El de Mr. T. no había salido, cuando sonó el grito en el cielo, Y ni se diga con el de los homosexuales besándose. Las empresas comerciales no se pueden permitir denigrar a un conglomerado tan potente. Imagínese que los homosexuales dejen de comprar tal o cual producto. O que usted crea que con un perfume va a conseguir orgasmos exorbitantes, y en conclusión, nada de nada ¿Y entonces?
En nuestro país hubo un anuncio que proclamaba que la educación debía ser una obsesión. El que lo ideó no se enteró que la obsesión es una grave desviación de la conducta humana. Otro, para ahuyentar las drogas, ponía a un niño a jugar con un puñal ¡Tremendo riesgo! Y es que la TV entra por puertas y ventanas, y no están siempre los padres para señalar lo que va y lo que no va. Y hasta hay incapacidad en los adultos, y los niños creen que todo lo que ven es palabra santa, y te adoramos Señor. Luego quieren que no haya violencia, que no haya discriminación. Pero ahí está, en la publicidad, en las películas, en los muñequitos, y más aún en los video-juegos.
Hay quien se pasa de la raya. Desde el 9/11 se ve terrorismo hasta en la sopa. Donkin´Donuts presenta un té en el que aparece una mujer con algo similar a una kufiya, el pañuelo que usan los palestinos, y los gringos ha puesto nueva vez el grito al cielo ¡Tampoco es para tanto! Ni tanto cerca que queme al santo, ni tan lejos que no alumbre. La publicidad, como todo, tiene sus yerbas aromáticas, y hasta sus contratiempos.
Ligia Minaya
Denver, Colorado
martes, 31 de marzo de 2009
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