ADIÓS, JULIO IBARRA

ADIÓS, JULIO IBARRA


Este adiós, amigo de mi alma, me duele. Una puñalada se adentra en mi alma y rompe mi pecho, un nudo en la garganta no me deja articular palabras y mis ojos cual ríos inundados se llenan de lágrimas. Queda en mí un espacio vacío. Con el tiempo, los buenos recuerdos, de los tantos momentos que pasé a tu lado, serán la cicatriz para tanto dolor. Pensaré en aquellos años de lucha por lograr una justicia digna, equitativa y sana. Lo logramos, Julio, lo logramos. Tu paso por la Fiscalía del Distrito Nacional ha sido histórico. Nadie, en tantos años, lo ha hecho como tú, con tanta fuerza incorrupta, con tanta libertad sin propaganda y con tanto equilibrio. A tu lado estuvimos Carmen Imbert, Miriam Germán, Ana Burgos, la Doctora Cordero y otras tantas, que como yo, aprendimos de ti que no solo el cumplimiento de las leyes es un deber insustituible, sino que en países como el nuestro, con tanta diferencia de clases, debe primar la equidad. Y así lo hicimos.

Fue un privilegio trabajar contigo. Tu honestidad fue una lección de vida. Tu manejo correcto de las leyes nos hizo saber cómo actuar ante la injusticia y ver a tiempo cuando alguien quería manipular los hechos. Nos diste igualdad. Ningún fiscal-hombre estaba por encima de nosotras. Nunca impusiste órdenes, jamás nos dijiste qué hacer y qué no hacer, tan solo con tu ejemplo, con tu actitud, con tus soluciones equilibradas, nos dirigías. La Ley de Amnistía para libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados, del oprobio de los Doce Años, hicieron historia en tus manos. Y tu despacho a puertas abiertas, para que entraran todos y todos salieran con una solución a su problema, fue otro ejemplo.

Ahora, tu ausencia, deja en mí un inquietante dolor de lejanía. No estar a tu lado para darte un abrazo en este último adiós, hace daño. Estoy lejos, Julio, y esta lejanía se me enreda como alambre de púas a mi alma. Sé que con los días se hará menos hiriente. Que tus recuerdos serán un alivio. Que te recordaré como ejemplo. Que me reiré al recordar los momentos felices compartidos. Que vendrán a mí las historias que nos contabas y cómo le dabas una expresión tan tuya y tan veraz, a la Historia Dominicana. Contigo aprendí mucho de nuestros héroes y porqué los dominicanos somos cómo somos. La verdad Julio, que eras un historiador muy propio, muy a tu visión de lo que fuimos y porqué somos así. Y además, Julio querido, eras un lector hasta la madrugada. Cuánto aprendí de ti, lo mismo dice Carmen Imbert. ¿Recuerda que prometimos ayudarte si escribías tu paso por la Fiscalía? Y nunca lo hiciste, así era tú querido, Julio.

En uno de mis viajes a SD pasamos una tarde completa hablando del pasado, de lo que somos hoy y, de lo que sabe Dios, seríamos mañana. Y ya lo ves, te fuiste dejándonos ejemplo, imágenes y recuerdos de un hombre honesto, eficiente, amable, honrado, insobornable, buen padre, buen amigo, como solo tú podías serlo. Adiós Julio. Este solo será un adiós por un momento. Estarás en mí por siempre y para siempre.

Ligia Minaya