CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la gloria nos sonríe...
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles
como en abril el campo que tiembla de pasión;
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan placidos, tan placidos...
(¡Niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafiro!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos
como la entraña oscura de oscuro pedernal;
la noche nos sorprende, con sus profundas lámparas,
en rutilas monedas tasando el bien y el mal.
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos
que nos depara en vano su carne de mujer;
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar,
el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar...
Mas hay también ¡oh tierra!, un día, un día, un día
En que elevamos anclas para jamás volver...
¡Un día en que discurren vientos ineluctables!
¡Un día en que ya nadie nos puede retener!
Porfirio Barba Jacob (Colombiano)
lunes, 30 de marzo de 2009
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