NO SON COMO NOSOTROS
Cuando llegué a vivir a Estados Unidos era enero y Denver con sus calles iluminadas, la nieve bordando las ramas secas de los árboles, los pesados abrigos calentando los cuerpos, parecía una postal de Navidad. La alegría que se ve el los comerciales de la televisión, sólo estaba ahí, no en el vecindario, que parecía silencioso igual que siempre. Nadie en la calle después que se ocultaba el sol, porque Denver es soleado, aún con nieve. En los años que llevo aquí he aprendido poco a poco cómo son y cómo piensan los norteamericanos. En apariencia son como nosotros. Usamos los mismos jeans, tomamos Coca-Cola, usamos los mismos aparatos, cantamos sus canciones, y hasta hablamos su idioma.
Aún así, he constatado lo poco que saben de nosotros. Cuando me oyen hablar español me preguntan si soy mexicana. No, dominicana. Entre Cuba y puerto Rico, una isla compartida con Haití. Conocen más de Haití que de nosotros. No sé por qué, quizás porque hay tropas norteamericanas allí, por la pobreza, qué sé yo. República Dominicana les suena por Sammy Sosa, Pedro Martínez y otros peloteros de Grandes Ligas; a otros, por las playas Bávaro o Punta Cana, pero cuando le digo que tenemos un el mejor Teatro Nacional de toda el área del Caribe, con temporadas de ópera, de teatro, de música clásica, se sienten perdidos. Estar al día en USA, es muy complicado. Es difícil que conozcan algo más allá de sus fronteras. No todos son así, pero casi todos responden a ese esquema. En otro aspecto, la verdad, es que son amables, dan los buenos días, sonríen, y te invitan en Thanksgiving y en Easter Sunday.
Las citas de negocios o con amigos se hacen con uno o dos meses de anticipación. Una agenda para los negocios y otra para la vida social. Pero no pases más de dos horas en un almuerzo o una cena, está mal visto, como mal visto está entablar una discusión. El norteamericano no discute. Si no está de acuerdo, guarda un silencio embarazoso o te sonríe amablemente. Eso de ser revolucionario, de izquierdas, tampoco. A lo más, ser liberal. Ni gritos, ni mencionarse la madre, ni de malas palabras, ni discusiones de política, y de religión, jamás. Quizás no expresar opiniones es la manera de soportarse sin matarse, como hacemos nosotros. Hace 150 años, USA era la mitad salvaje e inexplorada, y tal vez de esa manera, sin discusiones profundas, de esas que ofenden y le sacan los trapos al sol a cualquiera, han conseguido ser el primer país del mundo. Sin embargo, en tiempos de elecciones, unos y otros, a través de los periódicos o de sus voceros, sacan a relucir los pequeños detalles, que si una vez cuando era joven fumó marihuana, que si la mujer compra ropa muy cara o es alcohólica, que de esas hay muchas, pero frente a frente, nada que pueda disgustar al contrario y mucho menos que se preste a una demanda. Que esa es otra. Aquí se demanda por cualquier cosa, que si el médico recetó algo que produjo alergia, que si en la cirugía apareció algo más de lo previsto y el doctor cortó por lo sano para evitar mayores complicaciones, como sucedió con la madre de un amigo, que al operarla de un quiste en un seno apareció otro y el médicos no se atrevió a extirparlo hasta que no obtuvo el permiso de la familia. Y así, se puede morir una de una simpleza por los médicos de aquí temen a una demanda. Miles de demandas se tramitan sin ningún asomo de verdad. Como aquella que interpuso una señora porque el café que le sirvieron en McDonald estaba muy caliente y le quemó la lengua. Desde entonces en McDonald y en cualquier otro lugar te sirven el café son una cinta que te señala la precaución que hay que tener para no quemarse la lengua. La señora, en conclusión, obtuvo una buena indemnización.
Pero a pesar de ellos, el mundo se define aunque no expreses opiniones a favor o en contra. Quizás todo responda a un tópico, sin embargo estudios universitarios dicen que la mayoría responde al esquema. Que no saben mucho de lo que ocurre fuera de sus fronteras, que supieron dónde estaba Vietnam, Irak, Pakistán o Irán, por las guerras, y que si le preguntas de algún país de Latinoamérica pueden llegar a responder Camboya. El mundo exterior no existe. Quizás sea así porque lo tienen todo. O por lo menos, mucho de lo que a nosotros nos falta. Lo correcto es tener una casa, dos hijos, uno o dos carros, Uno o dos perros o uno o dos gatos, un empleo fijo, vacaciones por dos semanas, preferiblemente a Cancún, una ex mujer o un ex marido y que los niños se repartan los fines de semana. Y que durante el divorcio sean los abogados los que hablen en la Corte. Sé que USA es un país enorme de tamaño, que entre un Estado y otro te puede llevar diez horas, pero ni los años que llevo viendo aquí, ni los viajes que hice antes, son suficientes para conocerlo todo. Pero aún así, no deja de sorprenderme las diferencias. Son tan diferentes al resto del mundo, no sólo a nosotros los hispanos, que por no parecerse a nadie, no se parecen ni a ellos mismos entre sí.
Ligia Minaya
Denver, Colorado
Cuando llegué a vivir a Estados Unidos era enero y Denver con sus calles iluminadas, la nieve bordando las ramas secas de los árboles, los pesados abrigos calentando los cuerpos, parecía una postal de Navidad. La alegría que se ve el los comerciales de la televisión, sólo estaba ahí, no en el vecindario, que parecía silencioso igual que siempre. Nadie en la calle después que se ocultaba el sol, porque Denver es soleado, aún con nieve. En los años que llevo aquí he aprendido poco a poco cómo son y cómo piensan los norteamericanos. En apariencia son como nosotros. Usamos los mismos jeans, tomamos Coca-Cola, usamos los mismos aparatos, cantamos sus canciones, y hasta hablamos su idioma.
Aún así, he constatado lo poco que saben de nosotros. Cuando me oyen hablar español me preguntan si soy mexicana. No, dominicana. Entre Cuba y puerto Rico, una isla compartida con Haití. Conocen más de Haití que de nosotros. No sé por qué, quizás porque hay tropas norteamericanas allí, por la pobreza, qué sé yo. República Dominicana les suena por Sammy Sosa, Pedro Martínez y otros peloteros de Grandes Ligas; a otros, por las playas Bávaro o Punta Cana, pero cuando le digo que tenemos un el mejor Teatro Nacional de toda el área del Caribe, con temporadas de ópera, de teatro, de música clásica, se sienten perdidos. Estar al día en USA, es muy complicado. Es difícil que conozcan algo más allá de sus fronteras. No todos son así, pero casi todos responden a ese esquema. En otro aspecto, la verdad, es que son amables, dan los buenos días, sonríen, y te invitan en Thanksgiving y en Easter Sunday.
Las citas de negocios o con amigos se hacen con uno o dos meses de anticipación. Una agenda para los negocios y otra para la vida social. Pero no pases más de dos horas en un almuerzo o una cena, está mal visto, como mal visto está entablar una discusión. El norteamericano no discute. Si no está de acuerdo, guarda un silencio embarazoso o te sonríe amablemente. Eso de ser revolucionario, de izquierdas, tampoco. A lo más, ser liberal. Ni gritos, ni mencionarse la madre, ni de malas palabras, ni discusiones de política, y de religión, jamás. Quizás no expresar opiniones es la manera de soportarse sin matarse, como hacemos nosotros. Hace 150 años, USA era la mitad salvaje e inexplorada, y tal vez de esa manera, sin discusiones profundas, de esas que ofenden y le sacan los trapos al sol a cualquiera, han conseguido ser el primer país del mundo. Sin embargo, en tiempos de elecciones, unos y otros, a través de los periódicos o de sus voceros, sacan a relucir los pequeños detalles, que si una vez cuando era joven fumó marihuana, que si la mujer compra ropa muy cara o es alcohólica, que de esas hay muchas, pero frente a frente, nada que pueda disgustar al contrario y mucho menos que se preste a una demanda. Que esa es otra. Aquí se demanda por cualquier cosa, que si el médico recetó algo que produjo alergia, que si en la cirugía apareció algo más de lo previsto y el doctor cortó por lo sano para evitar mayores complicaciones, como sucedió con la madre de un amigo, que al operarla de un quiste en un seno apareció otro y el médicos no se atrevió a extirparlo hasta que no obtuvo el permiso de la familia. Y así, se puede morir una de una simpleza por los médicos de aquí temen a una demanda. Miles de demandas se tramitan sin ningún asomo de verdad. Como aquella que interpuso una señora porque el café que le sirvieron en McDonald estaba muy caliente y le quemó la lengua. Desde entonces en McDonald y en cualquier otro lugar te sirven el café son una cinta que te señala la precaución que hay que tener para no quemarse la lengua. La señora, en conclusión, obtuvo una buena indemnización.
Pero a pesar de ellos, el mundo se define aunque no expreses opiniones a favor o en contra. Quizás todo responda a un tópico, sin embargo estudios universitarios dicen que la mayoría responde al esquema. Que no saben mucho de lo que ocurre fuera de sus fronteras, que supieron dónde estaba Vietnam, Irak, Pakistán o Irán, por las guerras, y que si le preguntas de algún país de Latinoamérica pueden llegar a responder Camboya. El mundo exterior no existe. Quizás sea así porque lo tienen todo. O por lo menos, mucho de lo que a nosotros nos falta. Lo correcto es tener una casa, dos hijos, uno o dos carros, Uno o dos perros o uno o dos gatos, un empleo fijo, vacaciones por dos semanas, preferiblemente a Cancún, una ex mujer o un ex marido y que los niños se repartan los fines de semana. Y que durante el divorcio sean los abogados los que hablen en la Corte. Sé que USA es un país enorme de tamaño, que entre un Estado y otro te puede llevar diez horas, pero ni los años que llevo viendo aquí, ni los viajes que hice antes, son suficientes para conocerlo todo. Pero aún así, no deja de sorprenderme las diferencias. Son tan diferentes al resto del mundo, no sólo a nosotros los hispanos, que por no parecerse a nadie, no se parecen ni a ellos mismos entre sí.
Ligia Minaya
Denver, Colorado
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